ANTONIO BERMUDEZ FRANCO: CARATULISTA de LIBROS
ANTONIO BERMUDEZ FRANCO
CARATULISTA de LIBROS (1)
Por RODRIGO GUTIÉRREZ VIÑUALES
Universidad de Granada
En 1919, año en que publicó su Álbum de caricaturas, Bermúdez Franco inició su trayectoria como ilustrador de libros, diseñando la cubierta del primer poemario de su hermano Fernando, titulado El sendero inmaculado.
La gobernaba un retrato de éste, quien se presenta con el empaque de un bohemio, y sumido en sus pensamientos, con una esfinge detrás, y un paisaje nocturno en el que sobresale una paloma blanca, elemento que aparece en varias caricaturas-retratos de Antonio, como asimismo dos ojos pequeños que brillan en la oscuridad. Las líneas delgadas se complementan con manchas de tinta negra para la indumentaria del poeta y para el cielo.
Para la contratapa realizó Antonio un ex libris para su hermano, un retrato más bagariano, con nubes de fondo y fragmentos de líneas curvas concéntricas. Un simbólico espacio nocturno plagado de ojos acechantes completa la escena.
En esos años, varios amigos de Fernando, en especial poetas jóvenes, fueron a la vez amigos de Antonio. Es el caso de Sagunto Torres, autor del poemario Prismas en 1920. Antonio Bermúdez Franco sería autor de la cubierta del libro, originalísima para el medio argentino, en la que, al contrario de las obras más conocidas de su producción, asume una composición más compleja, con tres figuras humanas recortadas sobre un paisaje, narrando visualmente los contenidos del poema “Beatitud”: “Tornan, con paso lerdo, mudos los campesinos; / La campana prorrumpe en vagas lamentaciones [...]”(2).
También en 1920 se publicaría, editado por la revista Claridad, un conjunto de escritos de Rufino Marín, recopilación de su producción de los últimos años, bajo el título Las visiones de un pájaro loco.
Para la cubierta, Marín tomó la decisión de utilizar la caricatura que Bermúdez Franco le había hecho y se había publicado en el Álbum de caricaturas el año anterior, con pequeñas omisiones en la parte baja con la finalidad de incluir su firma. Además, en el interior del libro se incluirían cinco ilustraciones de Bermúdez Franco realizadas ex profeso para otros tantos capítulos.
En 1925 Bermúdez Franco realizará para el poeta José Sebastián Tallon el dibujo de la cubierta de La garganta del sapo, como asimismo un retrato de perfil de Tallon que se colocará dentro del libro. Agradecido, éste le enviará amplias descripciones de ambos.
Sobre el primero, apuntará: “La sensación de panteísmo que iba Vd. a darle al sapo, lo ha conseguido magistralmente. Además de hacer un sapo musculoso, lo ha hecho en estado de reposo. El sapo está con los ojos abiertos, inundados de claridad. La caída del «labio» inferior denota asombro y tranquilidad. Es decir, un sapo en un momento de serenidad y éxtasis plenos”.
Y sobre el retrato: “En cuanto al perfil, es soberbio. Tiene algo de Dante, de Darío; es el perfil de un genio. ¿Cómo no pecar de inmodesto al decir que es el mejor perfil que se ha hecho de mí? Sin embargo, no hay más remedio. Es la verdad. El mejor perfil que se me ha hecho. Todo yo estoy en él. Todo mi vigor y toda mi alma."..(3).
En 1927 Bermúdez Franco fue nombrado profesor de Dibujo en la Escuela Normal y en el Colegio Nacional de San Rafael, en Mendoza, por el ministro de instrucción pública Antonio Sagarna. Dicha ciudad habría de convertirse en un importante foco irradiador de cultura en el que sería determinante la acción de dos literatos de reconocido prestigio, Alfredo Bufano, que, en vinculación a los escritores de Boedo, era amigo de Bermúdez Franco desde los albores de la década, y Fausto Burgos.
A ambos les ilustraría libros, algunos en la editorial de Servando Butti; esas colaboraciones fueron casi inmediatas tras su arribo. En 1928 vio la luz Cara de tigre. Cuentos mendocinos de Burgos. La tapa fue diseñada por Bermúdez Franco, centralizando la misma un sintético y geometrizante dibujo de un chango a caballo. Ornamentos indigenistas encuadran toda la composición, que incluye tipografía a tono.
De 1929 datan las dos cubiertas más coloridas de la producción de Bermúdez Franco: la de El reino alucinante de Alfredo Bufano y la de El amor fiel del catamarqueño Francisco Suaiter Martínez, otro de sus amigos en esos años. En ambos casos se define una tipografía manual conformada por palabras cuyas letras van alternando distintos colores, y en tres ocasiones se vale de gruesas rayas horizontales, también cromáticas, para completar líneas de texto.
Las ilustraciones centrales van enmarcadas, emparedadas por el nombre del escritor por un extremo, y el título del libro por otro. La de El amor fiel mantiene la geometrización de la figura, tal como habíamos visto en Cara de tigre de Burgos, coincidiendo ambas en la presencia del árbol, también sintético, como fondo. En la de Suaiter, Bermúdez Franco retrató a Josefina Butti, su novia desde ese año, acompañándole el rostro de hombre “que parece vaciado en bronce” como le escribiría el escritor al ilustrador.(4)
En las tapas de los libros de Suaiter y Bufano hay otra coincidencia, que abre puerta de análisis: Bermúdez Franco firma ambas ilustraciones disponiendo en vertical sus apellidos, la fecha y, en el caso de El amor fiel, la indicación de la ciudad donde lo hace, San Rafael. Queda patente aquí una vieja admiración, aunque no totalmente plasmada en sus obras, por el arte japonés, lo que se hace muy evidente en las ilustraciones de tapa y contratapa (ex libris) de El reino alucinante. De hecho, en el colofón del libro, redactado por Bufano, se lee: “Lo ilustró su amigo Antonio Miguel Bermúdez Franco, Hokusai de Tulum, que comparte el voluntario destierro del poeta”, refiriéndose en este caso a su radicación “entre las montañas de San Rafael”. El ilustrativo rótulo de “Hokusai de Tulum” asignado al artista por Bufano, lo utilizaría éste en varias ocasiones para referirse a Bermúdez Franco, quien un lustro después le diseñaría la carátula de Los collados eternos, con una sintética representación de Jesucristo. Es libro que Bufano, “hijo fiel de Jesucristo y su iglesia” como él mismo indica, dedica a los padres salesianos del país, y se estructura a partir de una serie de “romances” de corte misticista.
Finalmente, debemos aludir a dos cubiertas más que diseña para Fausto Burgos: Paisajes y figuras de España (1933) y Refugios de almas (1937), ambos publicados en San Rafael por la editorial Butti. Bermúdez Franco, si bien da protagonismo a la tipografía, en tinta aunque con cierta intención xilográfica, incluye en el diseño una pequeña viñeta con un farol que alumbra una estrecha calle, y una guitarra. Esta vinculación a sus orígenes andaluces se advierte también en el colofón de Refugios de almas, donde se le cita con su nombre extenso, Antonio Miguel Bermúdez Franco y Padilla. En este, al igual que en el anterior, también ejecuta las ilustraciones con tinta, utilizándose papel de estraza. Aquí se suman a la tapa, contratapa y varios dibujos en el interior; en algunos de ellos vuelve a acercarse al señalado sentido xilográfico, que estimamos en esos años estuvo alentado por el conocimiento cercano de las obras de Atilio Boveri, colaborador también de Butti en San Rafael.
1) El presente ensayo es una versión compactada del capítulo “Antonio Bermúdez Franco (Buenos Aires,1905-1974)”, incluido en: Gutiérez Viñuales, Rodrigo. Libros argentinos. Ilustración y modernidad (1910-1936). Buenos Aires, CEDODAL, 2014, pp. 283-293.
2) Torres, Sagunto. Prismas. Buenos Aires, Imprenta Mercatali, 1920, pp. 7-8.
3) Archivo Bermúdez Franco. Carta de José Sebastián Tallon a Antonio Bermúdez Franco. Temperley, 5 de febrero de 1925.
4) Archivo Bermúdez Franco. Carta de Francisco Suaiter Martínez a Antonio Bermúdez Franco. Posadas, 27 de junio de 1929.
Comentarios
Publicar un comentario